jueves, 7 de febrero de 2019

Cuentos de la Cultura Inca

                       LOS GUERREROS INCAS





Tesco recorría las montañas sembrando papa y cañihua. En las pendientes de las cordilleras, hundía el arado de pie y abría los surcos. Después depositaba las semillas.
Así trabajaba, desde que aparecía el sol hasta que se ocultaba. Porque él era muy fuerte para sus nueve años.
Una tarde vio un ejército que se acercaba. Tesco no salía de su asombro. No sabía qué estaba ocurriendo. Había miles de guerreros pintados y tremendamente armados.
Tesco bajó a gran velocidad y avisó a su pueblo:
-¡Vienen a atacarnos! ¡Parecen un gigantesco reptil!
Todos los hombres se prepararon para defender a su pueblo.
Cuando asomó el ejército enemigo, una lluvia de flechas lo recibió. Pero los guerreros siguieron avanzando, protegidos por sus escudos.
Pronto llegaron y la lucha fue cuerpo a cuerpo: porras y hachas cruzaron el aire.
También Tesco defendió a su pueblo. Con otros chicos, trepó las peñas y rodó unas rocas, aplastando la cola del gigantesco reptil.
Pero el enemigo era invencible. Esa noche la luna alumbró a los invasores, que eran los poderosos incas.
Ahora habían conquistado un pueblo más y formaban un imperio inmenso y organizado.
Huáscar era el Inca que gobernaba en el Cusco, el ombligo del mundo.
A Tesco lo mandaron a trabajar en la agricultura, como antes. Pero aprendió a sembrar en los andenes, que eran peldaños de una escalera fantástica que atravesaba las nubes.


El puente del Inca

Cuenta la leyenda que hace muchos años, el heredero del trono del Imperio Inca, se debatía entre la vida y la muerte, estaba francamente muy mal de salud, siendo víctima de una extraña y misteriosa enfermedad.

Las curas, rezos y recursos de los hechiceros nada lograban y desesperaban por no poder devolverle la salud al heredero del trono.

El pueblo amaba intensa y entrañablemente al Príncipe de los Incas. Invocaba a sus Dioses y realizaba sacrificios en su honor.

Fueron convocados los más grandes sabios del reino, quienes afirmaron que sólo podría sanarlo el maravilloso poder del agua de una vertiente, ubicada en una lejana comarca.

Partieron en numerosa caravana, vencieron infinidad de dificultades, marcharon durante meses en que veían agotadas sus fuerzas, y un día se detuvieron ante una profunda quebrada, en cuyo fondo corrían las aguas de un tempestuoso río.

Enfrente, en el lado opuesto, se observaba el codiciado manantial, pero... ¿cómo hacer para llegar a ese inaccesible lugar?

Meditaron durante mucho tiempo, tratando de buscar una forma de llegar hasta las milagrosas aguas, pero todo era en vano.

Cuando ya la desesperación los dominaba: aconteció un hecho extraordinario: de pronto se oscureció el cielo, tembló el piso granítico y vieron caer, desde las altas cimas, enormes moles de piedra que producían un estrépito aterrador.

Pasado el estruendo, y más calmado el ánimo, los indígenas divisaron asombrados, un puente que les permitía llegar sin dificultad hasta la fuente maravillosa. Transportaron hacia ella al Príncipe, quien bebió de sus aguas y pronto recuperó la salud.

La omnipotencia del Dios Inti, el Sol, y de Mama-Quilla, la Luna, habían realizado el milagro.

Así surgió ese arco monumental de piedra, que recibió el nombre de “Puente del Inca”, que se levanta custodiado por el Aconcagua, rodeado por la imponente belleza de los Andes

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Mito Inca de la Creación

Cuenta la leyenda, que el dios Viracocha, creó un mundo sin luz y dio vida a unos gigantes que no lo respetaron ni lo obedecieron.
Disconforme con el resultado de su creación, Viracocha envió un diluvio que sumergió a la tierra transformándola completamente.
Una vez que los gigantes desaparecieron, Viracocha decidió crear hombres pero de un tamaño semejante al suyo.
Para que los hombres pudieran apreciar su obra resolvió iluminar la tierra por medio del sol, la luna y las estrellas. Creo también plantas árboles y animales.
Viracocha hizo aparecer a un enviado suyo, Viracochan, un hombre que imponía respeto, para que instruyera a los hombres sobre la manera de conducirse para vivir en paz y armonía. El les enseñaba como cultivar y cuando cosechar. Las hierbas que podían utilizar como medicina, y los vestidos que debían usar. Les enseñaba con bondad y mucha paciencia.
A pesar de todos los beneficios que las enseñanzas de Virocochan les producía, muchos hombres lo injuriaron y se reían de él porque vestía una túnica andrajosa. Ellos fueron convertidos en piedras. Hubo quienes trataron de escapar de su furia, pero fueron alcanzados por fuego volcánico. Solo allí se dieron cuenta que estaban ante un ser poderoso al que le debían obediencia y respeto.
Viracochan hizo un largo recorrido. Al llegar a un hermoso valle creó a una persona a la que llamó Alcaviza y a ese lugar le dio por nombre Cuzco. Luego exclamó: Después de Alcaviza, llegarán los incas orejones. Mi deseo es que sean respetados.
Este era un anticipo de la llegada a Cuzco de Ayar Manco y Mama Ocllo, fundadores del Imperio Inca
Viracochan tenía muchos nombres: Tumupa, Tarapacá, Viracochan, Pachayachicachan, Bichaycamayoc, Cunacuycamayoc, Pachacan. Todos esos nombres significan: El enviado de Viracocha, su fuente, el predicador, el encargado del presente o el conocedor del tiempo.
Cuando Viracochan llegó cerca del Ecuador, les anticipó a los hombres muchas cosas que habrían de suceder y luego se introdujo en el mar caminando sobre el agua.

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